Mascotas

Educar a un cachorro las primeras cosas que debe aprender

Tener un cachorro en casa es, sin duda, una alegría: vivaz y juguetón, trae consigo la alegría y un soplo de desenfado. Sin embargo, para saber cómo educar a un cachorro, es bueno conocer las etapas de su aprendizaje desde el nacimiento hasta los primeros meses de vida y, sobre todo, cuándo puede separarse de su familia de origen.

Hay una razón muy clara por la que un cachorro nunca debe ser adoptado antes de los 60 días de vida: su desarrollo psicológico y de comportamiento depende de las relaciones que establezca con su madre y sus hermanos durante este periodo. Las relaciones sociales en el entorno protegido de la familia proporcionan una lección útil para el resto de la vida del cachorro.
Por el contrario, si se separa a un cachorro de su madre y sus hermanos demasiado pronto (antes de los sesenta días de edad), puede, de adulto, mostrar un comportamiento agresivo o temeroso frente a sus compañeros, o convertirse en un perro hipersensible o hiperactivo. Algunos ejemplos de este comportamiento distorsionado debido a la separación temprana son el mordisqueo de las manos o de la ropa, la destructividad hacia todos los objetos, el llanto y los gritos incesantes, el movimiento perpetuo e incansable y la incapacidad de permanecer solo.
Por lo tanto, es importante entender cómo se desarrollan las habilidades sociales y de aprendizaje de un perro en las diferentes etapas de crecimiento para criar a un cachorro.

LAS DIFERENTES ETAPAS DE DESARROLLO

1- Recién nacido

Las dos primeras semanas de vida no se puede educar a un cachorro. El cachorro es un recién nacido y sólo tiene dos necesidades: recibir comida y calor. Los cachorros nacen ciegos y sordos, pero ya tienen reflejos termotáctiles que les permiten encontrar la ubre de su madre.
Nada más nacer son incapaces de coordinar sus movimientos y apoyarse en las patas traseras: de hecho, se arrastran utilizando las patas delanteras. En esta fase todavía no son capaces de ir al baño por sí mismos, sino que hay que estimularlos: por eso el cachorro se tumba boca abajo y su madre le lame la barriga varias veces al día, para estimular el reflejo perianal.
Así aprende la postura sumisa que, incluso de adulto, le será útil para comunicarse con otros perros. No es casualidad que algunos perros suelten pequeñas gotas de orina al someterse.
En esta fase, los cachorros pasan la mayor parte del tiempo durmiendo, acurrucados para calentarse o cerca de su madre.
La perra desarrolla el apego a los cachorros en las primeras cuarenta y ocho horas, asegurando así su supervivencia: durante las dos primeras semanas de vida se puede intentar acariciar a los cachorros (si la madre lo permite) con suavidad, sobre todo a la hora de alimentarlos, para transmitirles un primer contacto positivo de conocimiento con los humanos.

2- La tercera semana de vida

Comienza la fase transitoria de la socialización primaria, es decir, el cachorro empieza a percibir el mundo exterior: abre los ojos y sus pupilas reaccionan a la luz, aunque todavía no es capaz de ver objetos o movimientos hasta el día 21 aproximadamente. Comienza a oír sonidos, pero aún no puede determinar su origen.
Durante este periodo duerme menos mientras empieza a mover la cola, gruñir, ladrar, lamer, morder, masticar, hacer sus necesidades espontáneamente y sentarse a cuatro patas.
Es la etapa de socialización primaria o intraespecífica, es decir, con miembros de la misma especie: se desarrolla a través del juego con sus hermanos. Este es el delicado momento en el que el cachorro necesita aprender aquellos comportamientos que, de adulto, le permitirán comunicarse con sus compañeros, aprender los roles sociales y desarrollar su carácter. Por eso es importante acariciar a los cachorros con frecuencia.

3- El periodo sensible

De uno a tres meses de edad, el cachorro es especialmente sensible, receptivo y se deja influir de forma indeleble por los estímulos externos. Es un periodo de gran exploración, elaboración y aprendizaje de experiencias y se puede empezar a educar al cachorro: empieza a conocer el mundo exterior y la socialización secundaria o interespecífica hacia otras especies animales y hacia el hombre.
Si durante este periodo el cachorro entra en contacto con personas de diferentes edades, sexos y colores de piel, así como con otros animales (por ejemplo, gatos o caballos), de adulto no tendrá ningún miedo ni reacción especial al conocerlos.
El contacto con el entorno también es importante: los ruidos (como el coche, la aspiradora, etc.) y los objetos que conozca durante este periodo también le serán familiares de adulto.
Pero, sobre todo, sigue siendo muy importante el papel educativo que desempeñan la madre y los hermanos: es el momento en el que la perra enseña a sus cachorros los fundamentos de cómo relacionarse de forma correcta, regañándoles o gruñéndoles si exageran o son impetuosos.
De este modo, el cachorro comienza a aprender los conceptos de calma y autocontrol, que le serán muy útiles en la edad adulta.
En concreto, esta larga fase puede dividirse en diferentes periodos:
– de la cuarta a la sexta semana de vida se produce la fase de socialización «canina». El cachorro pone en práctica su mímica, su postura corporal y su vocalización (ladridos, mordiscos) y descubre el efecto que tienen sobre su madre y sus hermanos. Se realizan juegos de persecución y caza y el cachorro aprende el significado de la disciplina;
– Durante la séptima semana, en particular, aparece la «facilitación social». Imitando a su madre y a sus hermanos, el cachorro aprende que no debe acercarse demasiado al cuenco de su madre mientras come, aprende las reglas jerárquicas entre perros, cómo mantener los conflictos por debajo de un umbral aceptable y cómo regular su mordida. Son comportamientos que permanecerán incluso en la edad adulta y serán fundamentales en la relación también con el compañero humano.
De hecho, si un cachorro no ha podido aprender las reglas jerárquicas de su madre, puede que no deje que nadie se acerque a su cuenco o a sus juguetes y que no se someta cuando sea atacado, arriesgándose a lo peor.

4- A partir del tercer mes

El cachorro ha acumulado una gran cantidad de experiencias fundamentales y puede ser adoptado por una familia. Es posible educar a un cachorro que ahora es receptivo a nuevas experiencias, estímulos olfativos, auditivos y sociales, para que memorice lo que ocurre puntualmente.
Entre la 8ª y la 11ª semana se produce la fase del efecto del miedo: es una fase muy delicada porque en este momento cualquier situación negativa tendrá consecuencias negativas para el cachorro de por vida.
Entre la 7ª y la 12ª semana se habla de la fase de socialización «humana». Casi al mismo tiempo que la anterior, esta es la fase que sigue directamente a la facilitación social y es, de hecho, el periodo más adecuado para trasladar al cachorro a su nuevo hogar y conocer el nuevo entorno que le rodeará.
Entre la 13ª y la 16ª semana de vida se produce la llamada fase de «clasificación de la superioridad», un periodo también definido como de «disminución», en el que el cachorro cambia sus dientes de leche y disminuye su dependencia de la madre, empezando a comprender su posición en relación con el líder.

5- La fase de «vuelo» (4-8 meses)

Al final del cuarto mes, comienza la fase de huida que, como su propio nombre indica, conlleva una especie de «rebelión adolescente» del cachorro que intenta huir de casa, ya no obedece, no escucha a su dueño; es una fase difícil de educar a un cachorro. Se trata de un periodo variable que puede durar desde unos días hasta varias semanas y que generalmente termina alrededor de los 10 meses de edad del cachorro. El cambio de dientes es indicativo del momento de transición y, como es lógico, el cachorro tiene una necesidad fisiológica de roer y morder algo. El propietario puede aprovechar este momento para iniciar un curso de formación con un adiestrador de perros.

6- La nueva fase del miedo (6-11 meses)

El cachorro primero quiere huir, luego pasa por una nueva fase de miedo: es la segunda fase del miedo ante situaciones nuevas y se manifiesta justo antes del año de edad. Es importante en este momento no forzar al perro a enfrentarse a lugares o personas que no le apetezcan, ya que esto puede hacer que el cachorro tenga aún más miedo. Por el contrario, para educar a un cachorro, es mucho mejor acariciarlo y dejar que decida si quiere o no tener un enfrentamiento con el objeto de sus miedos para reforzar su seguridad.

LLEGADA A CASA: LO QUE PUEDE APRENDER

Tras dejar a su familia, el cachorro (que, como se ha dicho, debe tener al menos dos meses) llega a su nuevo hogar y debe aprender toda una serie de comportamientos relacionados con su nuevo entorno. Su educación se verá facilitada si el perro ha tenido la oportunidad de aprender una serie de normas sociales con sus congéneres que también serán útiles en el hogar. He aquí, pues, cómo enseñarle todo lo que tendrá que hacer en su nueva vida.

Primeras salidas

Es importante no encerrar al perro en casa por miedo al contacto con otros perros. Si está correctamente vacunado y supervisado, su cachorro debe empezar a salir al exterior inmediatamente, evitando los lugares masificados (zonas para perros) temporalmente sólo si no ha completado la profilaxis de vacunación.
En este periodo de la vida, privar a un cachorro de estímulos ambientales (carreteras, coches, motos, personas, ruidos, etc.) o sociales (otros perros) puede provocar que se vuelva temeroso o agresivo.

Utilizar una correa
La correa es un elemento extraño para el perro y, por lo tanto, no debe imponerse con dureza, sino aceptarse gradual y positivamente. El cachorro no debe ser arrastrado por todas partes, sino que debe ser apoyado con calma en su exploración de lugares y olores. Si es necesario, se le puede estimular con un juguete o una golosina y, en cualquier caso, acariciándolo a menudo para confirmar que el paseo con un compañero humano es un momento divertido y gratificante.

Necesidades fuera del hogar
No existe el despecho ni los malos modales cuando se trata de las necesidades de tu cachorro: por lo tanto, no tiene sentido castigar o regañar a tu cachorro si se ensucia en la casa. Para un perro, ensuciar significa marcar su territorio, es decir, declarar abiertamente su presencia al mundo: es bastante normal que un cachorro prefiera ensuciar donde se siente más cómodo y donde no puede oler a otros perros. También hay que tener en cuenta que un cachorro empieza a tener control de sus esfínteres hacia el tercer mes, y sólo lo perfecciona por la noche hacia el cuarto mes.
Entonces, ¿qué debe hacer? En las primeras etapas, lo mejor es llevar al perro a dar largos paseos por prados bastante limpios donde la frecuencia de perros sea baja y recompensarlo con una golosina, elogios y muchas caricias si hace sus necesidades. Por otro lado, si se ensucia en la casa, debe ser ignorado, intentando que no se note mientras se limpia.
Lo ideal es sacarlo con frecuencia, incluso cada dos o tres horas, después de comer, al despertar de la siesta y después de jugar.

Relación con otros perros
En la ciudad, a menudo el único lugar donde los perros pueden realmente interactuar entre sí es en las áreas para perros. Por lo tanto, no puede prescindir de estos lugares para garantizar la correcta socialización de su cachorro.
Sobre todo las primeras veces, conviene comprobar que no hay perros peligrosos o con demasiado material en el interior: una vez comprobado esto, siempre hay que soltar al cachorro de la correa y dejarle jugar. Si el perro se acerca a su dueño y se esconde entre sus piernas, siempre es mejor alejarse y comportarse tranquilamente como si no hubiera pasado nada, evitando absolutamente cogerlo: se puede jugar con él tranquilamente, dejándole el espacio para que conozca y se comunique con otros perros cuando quiera.

Juegos y manejo
Es importante que el cachorro se acostumbre desde el principio a ser tocado: al principio puedes jugar con él acariciándolo y, a veces, sujetándolo suavemente. Cuando llueva, debes secarle suavemente con una toalla, hablándole con voz tranquila. La limpieza también es fundamental: poniendo una mano en su pecho se acostumbrará a ser cepillado durante más y más tiempo, repitiendo el ritual de limpieza que realizaba su madre.

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